domingo, 1 de septiembre de 2013

La dinámica perversa de la corrupción en los sistemas de gobierno y el mundo de los negocios

En la actualidad vemos como el paradigma de la competencia genera en la sociedad una gran y espesa capa de brillante y oscura luz al mismo tiempo. La brillantez viene dada por la capacidad del ambiente competitivo de seducir a quienes están dentro de ella y a la vez cegarlos respecto de la posibilidad de generar mayor bien para el mundo. La oscuridad está generada hacia el futuro de la humanidad, ya que impide poner en práctica los principios relacionados con “compartir”. La competencia en el plano político y económico tarde o temprano nos conduce a la codicia; tarde o temprano lleva a plantear los objetivos personales por encima de los objetivos del planeta y de la humanidad. Un político que se corrompe por dinero es alguien que el poder lo ha cegado, pero de esto no se comienza de esa manera sólo por estar ante la luz brillante. La política en Argentina se ha transformado en el arte de la permanencia y la obstinación. Es de esta forma que quien puede conseguir tiempo para dedicarle a la política, y siempre que esté con los que más posibilidades de hacer publicidad tengan, en el mediano o largo plazo podrá acceder a un cargo público. Con el cargo llegará la cuota de poder, pero al principio será poco, y para escalar se vislumbran 3 temas: (i) juntar un poco de plata para mejorar económicamente –total es poco comparado con lo que pasa en otras jurisdicciones, instituciones, etc-; (ii) juntar dinero para seguir colaborando con la causa de arriba; (iii) juntar dinero para colaborar con más publicidad/campaña a futuro. Hasta que en un momento la mente les cambió. Robar y pedir coimas no es robar, es colaborar para un proyecto mayor; los principios éticos se volvieron flexibles y el funcionario piensa que su tarea engrandece al país, que recibir algo extra por eso no está tan mal. Pero la mente cambió para siempre, la buena moral se dobla, se acomoda, se autoconvence de qué lo correcto de antes cedé a la posibilidad actual lo que hace, y que es mejor hacer que tener principios rígidos. Este tipo de origen del desvío, luego toma fuerza a medida que los candidatos o funcionarios adquieren más poder y mejores cargos… Su camino es otro y para su visión de ceder, pero hacer no hay vuelta atrás. Desde el lado empresario existe un doble juego de espejos para la posición que la mayoría adopta ante cuestiones éticas. Por un lado, está la necesidad de crecer o mantener los negocios, y en general se prefiere no pagar retornos, pero se cede ante el accionar de los funcionarios descripto en el párrafo anterior. Por otro lado, se encuentra muchas veces en los empresarios la visión del camino corto, referida a que si se abonan retornos o comisiones indebidas, se agilizan procesos burocráticos o se disminuyen costos. Visto con el mismo prisma también están las decisiones empresarias de avanzar en los negocios con el Estado y continuar abonando el sueldo a su personal, más allá del ego propio del accionista por ser más grande. Bajo estas dinámicas perversas de la relación funcionario-empresario se mueven las personalidades dentro del ambiente de competencia. La modificación de estas conductas requeriría la modificación completa del sistema, ya que la competencia interna de la política dentro de la dinámica de acumulación de poder se relaciona con tener más dinero, y a su vez la competencia dentro del mundo empresario vinculado al estado se relaciona con generar poder de lobby, donde también se involucra el dinero directa o indirectamente. Sólo personalidades muy fuertes y evolucionadas en el campo de lo político, lo económico o lo social pueden romper esta dinámica perversa, pero para ello es necesario también un fuerte acompañamiento de la sociedad. Estas personalidades tienen que creer firmemente que un futuro mejor es posible para todos y que únicamente compartir puede crear las condiciones de justicia e igualdad social que permitan vislumbrar un futuro mejor, que aleje a todos de las tentativas de corrupción. Sin una mayoría de la sociedad que pueda pensar en el bienestar de largo plazo de todos los habitantes, la imagen ganará a la propuesta, y quienes puedan logar mayor imagen a través de generación de poder y lazos de poder se instalarán en los espacios decisorios. La conjunción de esta personalidad evolucionada que pueda logar el poder y mantenerse firme ante la corrupción permitirá sentar las bases de credibilidad para la imitación del resto de la sociedad, funcionarios, empresarios y pueblo en general. Sin embargo, sólo serán las bases, la construcción de una sociedad mejor requiere de más elementos, principalmente desplazando los sistemas de competencia por otros de cooperación, e incluyendo a todos dentro del nuevo sistema. Hacer el futuro para todos, dependen de que unos pocos dejen de pensar sólo en un futuro cómodo para ellos y sus familiares. Nuevamente, sí los países más poderosos no comienzan con esta visión, al resto le será difícil seguirlos. Sin compartir, no puede haber paz social, sin esta no habrá nunca justicia y sin justicia no habrá futuro.