martes, 9 de abril de 2013

LA REFORMA AGRARIA – ANÁLISIS DEL PROBLEMA - PARTE 1

UNA SITUACIÓN NO DESEABLE PARA LA SOCIEDAD EN SU CONJUNTO
Para no ser tan extenso en el tema, prefiero dividirlo en 2 partes. La primera orientada a analizar la cuestión de por qué se necesita una reforma agraria dentro del marco de una economía basada en compartir los recursos. La segunda basada en los análisis de las alternativas efectivas para lograr tal reforma.
Aquí va la primera parte.
Desde comienzos de la década del ´70 mucho se viene hablando de la necesidad de implementar en los países en desarrollo una “Reforma Agraria”; por lo que, a continuación analizaremos brevemente qué significa la concentración de tierras y por qué se ha dado tal fenómeno.
Cuando hablamos a reforma agraria hay varias acepciones que pueden mencionarse.
La primera y la más esperada es la referida a la lisa y llana redistribución de la tierra tendiendo a la desconcentración de la misma, para lo cual tenemos que considerar que existe actualmente concentración, y aquí van algunos datos:
Sin ahondar en las causas, de los casi 300.000 productores agropecuarios que existen en Argentina, tan solo 4.000 poseen casi la mitad de la tierra: el 1,3% de los propietarios es dueño del 43% de la superficie. Alrededor del 70% de la zona núcleo pampeana no es trabajada por sus dueños, sino por distintas variantes de arrendamiento, en buena parte con contrato accidental. Esto provoca que la renta agraria sea aplicada en menor grado al desarrollo del interior o a la mejora de la producción agropecuaria. Actualmente, se monopoliza en pocas manos la renta, ya que los pequeños productores que quedan dejaron de trabajar sus tierras, convirtiéndose en mini rentistas por alquiler sus tierras a los pooles de siembra, fondos de inversión y a grandes contratistas.
Otros datos son:


1960
1988
2002
CANTIDAD DE EAPs
471.756
421.221
297.425
MILES DE HECTAREAS
175.143
176.897
174.808



Tamaño de la EAP (ha)
1988
2002
Variación en %
Menos de 50
186.940
137.241
-26,6
50,1 a 200
95.089
69.495
-26,9
200,1 a 500
47.772
40.221
-15,8
500,1 a 1000
21.101
21.441
+1,6
1000,1 a 2500
15.296
16.621
+8,7
Más de 2500
12.159
13.213
+8,7



EAP: Empresa agropecuaria productiva. He aquí que la definición de empresa puede incluir a familias que explotaban su campo en forma de empresa.
Para ejemplificar este proceso, según el investigador de Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), Eduardo Basualdo, existen en la provincia de Buenos Aires 1294 propietarios con más de 2500 hectáreas. Son 799 los que tienen entre 2500 y 4999 hectáreas, 242 entre 5000 a 7499 hectáreas, 92 entre 7500 y 9999 hectáreas, 108 entre 10.000 y 19.999 hectáreas y 53 de 20.000 en adelante, incluidos los estados nacional y provincial. En conjunto, son dueños de 8,8 millones de hectáreas, algo más del 32 por ciento del total de la provincia.
Respecto a esto, ¿es lógico lo que sucede dentro de la economía de mercado? La respuesta es sí, ya que han quienes concentran la tierra han podido aprovechar economías de escala en distintos ámbitos agropecuarios y han tenido espalda para soportar, aprovechar y aprovecharse de otros cuando se suceden crisis en algún sector del agro. Pero, no es correcto para la sociedad o para el planeta en su conjunto.
Otro ejemplo de lo que sucede es lo citado por Eduardo Buzzi (representante de la Federación Agraria Argentina –que nuclea a los propietarios y productores pequeños): “Consideró, asimismo, alarmante el cambio respecto de la cantidad de tierra necesaria para que con el trabajo familiar se pueda vivir dignamente y progresar:"Entre 1979 y 1983 -no tan lejos en el tiempo- en Marcos Juárez un productor con 38 ha de propiedad obtenía un ingreso equivalente a $ 1200 mensuales. Hacia 1994, para obtener ese mismo ingreso, se necesitaban 160 ha. En la campaña 96-97, con el aumento de los precios internacionales de los commodities, con 100 o 120 ha una familia podía hacer un retiro suficiente para las necesidades familiares. En 1999-2000 ya es necesario para ello superar las 350 ha. Podrá haber, pues, cosecha récord, pero lo cierto es que en la región núcleo pampeana hay 150.000 productores que han dejado de serlo, puntualizó el preocupado dirigente. En el sector agropecuario la apertura y la desregulación fueron las bases para que se dé una recomposición del latifundio. Al no existir -dijo Buzzi- entes reguladores, formadores de precios, ni legislación que limite la concentración de la tierra se generaron condiciones que permitieron una recomposición de los latifundios, o sea un retroceso hacia la época anterior al Grito de Alcorta, que dio origen a la FAA”.
En la producción agraria se produjo una revolución tecnológica, que en la región pampeana empezó a verificarse desde mediados de la década del noventa, basada en la siembra directa y las semillas transgénicas. Este nuevo patrón productivo generó una fuerte caída de los costos, una reorganización de los modos de cultivar y el surgimiento de nuevos actores económicos en el sector. Este cambio tecnológico demanda mucho menos trabajo manual y mucho más capital. Se necesitan millonarias inversiones en maquinaria para siembra directa, que son distintas a las tradicionales. Por esto, como una de las causas, surgieron contratistas –la mayoría son además medianos o grandes productores– que van por los predios con sus maquinarias a realizar el trabajo, que en la agricultura tradicional podía llevar de uno a dos meses, según la extensión, y hoy se realiza en uno o dos días. A la vez, los transgénicos exigen la utilización creciente de agroquímicos, como herbicidas y fertilizantes, que elevan el rendimiento por hectárea. El profesor Horacio Giberti, uno de los mayores especialistas en política agropecuaria, explica en una entrevista realizada por Isaac Grober, miembro del Consejo Editorial de la Asociación Civil-Cultural Tesis 11, que “en la agricultura tradicional el chacarero araba, sembraba, lo que le demandaba un mes de trabajo en una chacra corriente y luego hacía algunos trabajos culturales, como en el caso del maíz, o ninguno, como en el trigo. No había defensa del cultivo, en el sentido de que no se aplicaban herbicidas, ni fertilizantes, de manera que el chacarero veía crecer bien o mal el cultivo. Luego venía el período de cosecha, lo que implicaba la cosecha en sí misma, el transporte y la comercialización. Ese era el trabajo, de tres a cuatro meses relativamente duros”. Hoy, la realidad es muy diferente. Con la soja, el trabajo es de un par de jornadas, y en muchos casos es subcontratando la labor.

Esa transformación productiva se desarrolló con un Estado que abandonó su tarea de intervención para ordenar esa revolución tecnológica y para brindar asistencia técnica a los pequeños productores. En ese contexto, aparecen los fondos de siembra –pools– que tienen el capital suficiente para comprar y aplicar ese nuevo paquete tecnológico en economías de escala. Pero además de los tradicionales grandes propietarios de tierras, junto con los pools de siembra, han surgido los molineros o sus familias en cada pueblo, quienes también han ido avanzado en concentrar cada vez más la producción y la tierra en sus manos. Esto fue así porque los chacareros que no pudieron acceder a ese nuevo paradigma productivo-tecnológico les resulta mucho más rentable alquilar la tierra que trabajarla. Entonces, lo que se ha verificado es una enorme concentración de la producción sobre tierras arrendadas, lo que ha provocado una profunda alteración de la estructura económica y social del campo. La propiedad de la tierra sigue tanto o más concentrada que antes, fenómeno que no tiene nada que ver con el actual proceso de concentración de la producción. Y obviamente, ni en una ni en otra concentración, los derechos de exportación tienen influencia directa. El economista Eduardo Basualdo que está trabajando en este tema desde hace años y en la actualidad lidera un estudio al respecto en el área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), destaca que en la zona pampeana el 86,4 por ciento de la producción agrícola sigue en las mismas manos que hace un siglo y que esas familias y grupos tradicionales la realizan más de la mitad en sus tierras y el resto en otras que ellos mismos arriendan, que suman a las propias para mejorar la escala de producción.
Un párrafo, como mencioné arriba, merece los dueños de silos o molinos del interior, que han ido concentrando la tierra cada vez en ciertas ciudades o pueblos. Esta situación vino dada a raíz de concentrar muchos de estos molineros o dueños de silos los insumos que vendían al chacarero como también la compra de su cosecha. En una primera instancia el chacarero en épocas malas quedaba endeudado con el molinero, ya que este último tenía la posibilidad de acopio o diversificar su riesgo con ventas de insumos a mayor cantidad de chacareros. En una segunda instancia por abandono del chacarero de su campo por malos resultados o por divisiones de herencia fueron y son los molineros y acopiadores quienes en mejor posición negociadora quedaron para comprarlo. En una tercera instancia los molineros muchas veces se han expandido verticalmente, incorporando maquinaria de siembre y cosecha. Estas instancias han otorgado a molineros gran poder y concentración creciente de tierras en muchas ciudades y pueblos del interior.
En resumen, unos de los problemas de fondo es la falta de estrategia política para encauzar el tema de la propiedad, ya que hoy algunos sectores agropecuarios que más renta concentran: grandes familias tradicionales, pooles de siembra, multinacionales semilleras, grandes y medianos empresarios sojeros, molineros; muchas veces actúan como predadores respecto de un desarrollo rural sostenible, inclusivo, equilibrado y equitativo.