viernes, 26 de abril de 2013

Economía y Espiritualidad - El surgimiento del "Compartir"

Un nuevo paradigma en economía y política está comenzando a emerger, con señales claras que comenzaron a partir de la caída de las bolsas en casi todos los países iniciadas en 2008, actualmente con el pedido de libertad y participación del pueblo de países árabes se abre otra brecha y una más con el movimiento de indignados nacido en España y extendidos a otros países, entre ellos EE.UU. (el motor del capitalismo moderno). Estas señales, traducidas en una visión externa, son grandes pedidos de cambios que la humanidad está solicitando a gritos. Pero aún el mundo está en pañales respecto a las exigencias de los pueblos sobre necesitadas reformas estructurales. Lamentablemente, los estandartes del viejo sistema (el capitalismo) pujan permanentemente por volver a reacomodarse y mostrarse sólo como pequeños cambios, como el caso de los bancos en EE.UU. que nos pretenden decir: acá no pasó nada y estamos bien de nuevo. Esto no es cierto, no estamos bien y con el sistema capitalista y el sistema democrático imperante nunca el mundo podrá estar bien, ya que es un sistema en donde prima la competencia y en donde pese a que muchos no se dan cuenta, las condiciones en donde se compiten no son iguales para los que quieren participar de tal o cual mercado; aún más en la mayoría de los mercados imperan los oligopolios (y también tengamos en cuenta en el análisis el terrible poder de lobby y económico sobre otros países que tienen los grandes bancos, las petroleras, farmaceúticas y algunas multinacionales). El cuestionamiento permanente sobre la Comunidad Económica Europea aludiendo que tienen una crisis de competitividad es otra arista, en donde cabría preguntarse contra quién compiten, contra China e India, u otros países de Asia, o contra los países de Europa del Este que tiene un estado de bienestar precario; sí hasta algunos economistas también cuestionan al Estado de Bienestar de los países nórdicos, buenos ejemplos "hasta ahora" de un relativo funcionamiento social y beneficioso de la sociedad.

Por qué no estamos bien (algunos datos): De los 7.000 millones de habitantes del mundo, alrededor de 3.000 millones son pobres; unos 1.200 millones pasan hambre; el 75% de los recursos mundiales son consumidos por apenas el 25% de la población, la mayor parte se efectúa en los países desarrollados; el 75% de la energía generada se produce para el 20% de la población; entre 50.000 y 70.000 personas por día mueren de hambre; de estos, cada 10 segundos muere un niño menor a 10 años; el planeta se contamina cada día más con emisiones imparables de dióxido de carbono, residuos en agua y suelo de metales pesados, agentes patógenos, desechos de productos químicos, agroquímicos mal usados, plástico que no se biodegrada y podemos seguir y seguir; una economía basada en el petróleo como principal fuente de riqueza y energía no ha podido ser desplazada en más de 100 años por energías más limpias.

Es evidente que el sistema así, no sirve para todos, y sólo sirve cada vez para menos. Es evidente que si queremos cambiar el planeta tenemos que cambiar el sistema de producción y consumo. Como individuos y como sociedad debemos encontrar la forma de consumir menos para que se produzca mejor y de forma amigable con la naturaleza. Esto sólo puede ser conseguido en un sistema basado en compartir los recursos, ya que la competencia del actual sistema permite un estatus equivocado de las personas y naciones que más poseen, quienes consideran prerrogativa suya demandar del planeta un alto estándar de vida por sólo argumentar que ellos dan mucho, mientras que las personas y naciones pobres “dan poco”, y en consecuencia merecen poco de los mismos recursos mundiales; resultado final codicia, contaminación y la generación en las personas del pensamiento que cuánto más se tiene mejor persona se es. La principal ceguera de las fuerzas del mercado y de los que creen en ello es que no tienen en cuenta las diferencias de estatus inicial (económico, social, u otro) de quienes hacen las demandas al mercado. De aquí que la desigualdad sea inherente al funcionamiento de las fuerzas del mercado, que son intrínsecamente divisoras. Un claro ejemplo de ello lo podemos observar en la salud, en la educación y en el turismo, aunque siempre hay excepciones. Quien más tiene, tendrá mayor posibilidad de acceso a mejor salud a mejor educación para sus hijos y también a viajar más, es decir, podrá demandar más. En definitiva, el perjuicio para quienes no pueden demandar crece y crece, por más que con pequeñas oleadas se logre la inclusión para algunos. Es evidente también que en cualquier cambio que el mundo genere, Estados Unidos de América debe ser unos de los promotores, porque su poder es tan grande que si ellos no cambian como sociedad, promoverán tanta negatividad que muchos no cambiarán o no podrán cambiar. Es evidente también que el surgimiento pleno de China como potencia económica en el mediano y largo plazo llevará a empobrecer las condiciones de competencia y sistemas de seguridad social/laboral en otros países; y como consecuencia indirecta llevará a efectuar replanteos de menor cobertura para los gastos de ancianidad que soportan los gobiernos a través de distintos impuestos. En este aspecto hasta que China, tal vez también India y otros países asiáticos no tengan leyes laborales similares a las de muchos países de occidente, contarán con un costo de mano de obra menor al resto del mundo, ¿podemos hablar de competencia o condiciones ecuánimes en estas condiciones?

La prodigalidad del derroche con que funciona la sociedad global ha creado nuestros diversos problemas de contaminación, y constituye un peligro cada vez mayor para el planeta. Esto sólo se comprende a medias, ya que pese a ser los últimos años los más calurosos de la historia en su conjunto, pese a que el aire de las grandes ciudades se enrarece año a año, pese a que los costos de agua potable son cada vez mayores, pese a que la alternancia de épocas de sequía y lluvia se suceden con mayor frecuencia, pese a que la basura es cada día un problema mayor, algunos niegan con argumentos a medias el calentamiento global. Una economía sostenible es aquella que provee las necesidades de todos dentro de las posibilidades de salud del planeta, no más allá, sí al planeta hay que tenerlo en cuenta.

Hoy, una gran parte de la humanidad se ha comenzado a cuestionar las formas de gobiernos y las formas económicas-sociales con las cuales nos manejamos. También la clase dirigente se ha comenzado a cuestionar las bondades de este capitalismo globalizado. Por otro lado, muchas veces la falta de visión de nuestros líderes no lleva a pensar en parches al sistema, y que con una mejora por aquí y otra por allá podemos seguir funcionando como planeta, pero lo que hay que cambiar es el sistema completo. Todo cambio humano trata de un proceso lento, que puede demandar más de 20 años y por eso es tan importante el momento actual, ya que necesitamos tener una buena comprensión de los futuros posibles –uno oscuro si decidimos no compartir y uno brillante si decidimos hacerlo- y efectuar la transición, por lo que esta época de fricción económica y social es inevitable.

Por lo tanto, compartir es la cuestión central de un nuevo paradigma de sociedad, que conlleva una visión económica y social más espiritual. Compartir es comenzar a comprender que somos más que hombres aislados o grupos aislados, que en realidad somos espiritualmente parte de algo más grande que está surgiendo, es sus albores pero surgiendo al fin. Compartir es el fin de una comprensión lenta que conjuga la permanente discusión de que un futuro mejor es posible.

Pero para hablar de nuevo paradigma necesitamos establecer los principales puntos de un nuevo modelo y compararlos con el actual modelo imperante, lo que comenzaremos a vislumbrar más adelante.

Antes de irme, a continuación hay un extracto de un libro llamado “Un Maestro Habla” –Share Ediciones-, acerca del concepto de compartir:
“Cuando un hombre comparte crece. Hasta ahora se ha prestado poca atención a esta simple verdad. Para muchos, el compartir les resulta natural, como algo normal. Para otros, sin embargo, el concepto es ajeno y cargado de sospecha y dolor. Para estas personas, lo que es suyo es suyo, casi por derecho divino, mientras que el compartir es extraño y absurdo. ¿Cómo puede entonces el mundo caminar en la dirección de compartir y la redistribución, requisitos previos para la paz mundial?
Dondequiera que miren los hombres hoy en día, ven los resultados de su incapacidad para compartir. En todo el planeta, millones mueren de hambre. Otros tantos incontables sobreviven en la miseria y desesperanzadora pobreza, condenados a sufrir desde el nacimiento hasta la muerte prematura.
El cambio llegará cuando los hombres comprendan las razones de su presencia sobre la Tierra; cuando se den cuenta de que son parte de un vasto experimento evolutivo cuyo propósito está oculto, a todos menos a unos pocos. Cuando se reconozcan a sí mismos como almas, partes de la Única Superalma, y lleguen a comprender la identidad de cada uno con los demás; cuando los hombres comprendan que el compartir es el orden natural, que el egoísmo y la codicia son desviaciones de la norma, cuando se considere al compartir como una oportunidad de crecer, entonces los hombres acogerán el compartir como el fin de sus penas y su separación.
Ese momento ya está sobre nosotros. Las presiones de fuerzas internas y acontecimientos externos están haciéndose sentir a una escala global y están ocasionando una nueva valorización de la posición y las perspectivas del hombre. Ya no es seguro que el planeta pueda mantener la vida indefinidamente, sumido a su despiadada explotación por parte del hombre. La competencia económica y el desorden financiero presentan problemas que afligen la vida diaria de incontables millones.
No es por nada que sea ahora común para las naciones reunirse a discutir estos problemas. Tales encuentros son una señal de que el hombre está dándose cuenta de sus responsabilidades como administrador del planeta, y está preparado para tomar decisiones que mejoren su situación. La primera entre estas decisiones debe ser la buena disposición para compartir. Cuando se compartan los bienes del mundo de forma más equitativa, la mitad de los problemas del hombre desaparecerán de la noche a la mañana”.